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Leovigildo

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Ningún rey, quizá, entre los visigodos hizo una labor más amplia en el orden a la reorganización política y administrativa del Estado. Como nos dice San Isidoro —y además se puede comprobar por las monedas—, Leovigildo revistió a la realeza de atributos externos que diferenciaban al rey de los demás súbditos: fue el primero que se presentó ante los suyos en el solio y cubierto de vestidura real; pues antes de él, hábito y asiento eran comunes para el pueblo y para los reyes.

Otra novedad constitucional, implantada por Leovigildo en el año 573 y encaminada a transformar radicalmente las bases del Estado visigótico, fue la colocación al frente del gobierno de importantes regiones del Estado de sus dos hijos, Hermenegildo y Recaredo. No se trata, a nuestro juicio, de una verdadera división del reino. El término consortes, aplicado por Juan Biclarense a los dos hijos del rey en relación con su padre, no puede tomarse como una prueba definitiva de la división; y Gregorio de Tours, cuando habla de ella, se dejó llevar de las ideas francas de división del reino entre los hijos.

Los hechos prueban, por el contrario, que lo que Leovigildo hizo fue entregar el gobierno de algunas regiones a sus hijos, siguiendo él de rey único, y con el solo ánimo de asegurarles la sucesión. Esta es precisamente la novedad que la nobleza y el pueblo godo habían de ver con desagrado, y el motivo, sin duda, de sublevaciones que dieron pie a que Leovigildo manifestara su energía. Pero de las consecuencias de hecho trataremos luego. Al mismo orden político administrativo corresponde la reforma del código de Eurico.

Sin que creamos que en virtud de tal reforma el Derecho visigótico se convirtió en territorial, es indudable que la obra legislativa de Leovigildo debió ser muy importante. El código que saliese de sus manos no se ha conservado en códice alguno; pero de él proceden las leyes que en el Liber iudiciorum, de Recesvinto, y en sus posteriores redacciones llevan el título Antiqua, conociéndose, además, las orientaciones de su labor legislativa por estas palabras de San Isidoro.

En materia legislativa —dice— corrigió todo aquello que parecía no haber quedado bien establecido por Eurico, agregando muchas leyes omitidas y quitando bastantes superfluas.

Consignemos ya, y como fuerte nota para juzgar la obra de reorganización interior de Leovigildo, su constante energía, cruel y desproporcionada muchas veces, ante toda sublevación que se opusiera a cualquiera de sus reformas. Junto a esta energía hay que colocar su actitud ante el catolicismo, ya que, en realidad, los problemas confesionales y los políticos se enlazan mutuamente. Este enlace aparece más claro en las palabras de San Isidoro que en las de Gregorio de Tours; pero en uno y otro la cruel energía de Leovigildo se destaca igualmente.

Condenados a muerte o destierro los hombres más nobles y los más poderosos de su reino, todavía usó otro medio para debilitar a la nobleza: privarla de sus bienes. Al mismo fin político se encaminaban otras medidas, como el destierro de los obispos católicos y en general, la persecución de los católicos, mientras se facilitaba su conversión al arrianismo. Es cierto que las confiscaciones pudieron contribuir a mejorar la situación del tesoro público, al mismo tiempo que quitaban poder a los nobles al privarles de sus propiedades; pero la política financiera de Leovigildo tuvo otros recursos, como la regalía de la moneda, usada por este rey en gran cuantía.

El último punto que hemos de examinar, antes de tratar de las sublevaciones que la dura energía de Leovigildo y las diferencias religiosas explican suficientemente, es el de los problemas familiares de la corte. Se ha dicho que Leovigildo casó en primer matrimonio con Teodosia, hija de Severiano, gobernador de la Cartaginense, y hermana de San Leandro, Fulgencio, Isidoro de Sevilla y Santa Florentina. Tedosia era católica. Pero también se ha pretendido que la primera mujer de Leovigildo fue la franca Rigunta, hija de Chilperico y Fredegunda de Rouen, afirmación que nace de confundir a Leovigildo con Recaredo, que, en efecto, se desposó —aunque no llegó a casarse— con esta hija de los dichos reyes francos.

Creemos lo más probable aceptar la ascendencia romano bizantina de la primera mujer de Leovigildo y, sobre todo, debemos acentuar su catolicismo. Muerta esta reina, casó Leovigildo, como ya dijimos, con la viuda de Atanagildo, Goswintha, que era fervientemente arriana. Los hijos del primer matrimonio, Hermenegildo y Recaredo, eran igualmente arrianos cuando fueron puestos al frente de las regiones del sur y del norte del reino visigodo —sin duda como duces— y para asegurarles la sucesión al trono, según dijimos.

Teniendo ya estas ideas de la situación política exterior y de la marcha de la política interna en el reinado de Leovigildo, podemos exponer los hechos político militares, guerras exteriores, sublevaciones ocurridas en su reinado. Fernández Guerra describe de forma minuciosa una campaña emprendida ya en el año 569 por Leovigildo. Toda la fuente documental es el siguiente texto de la Biclarense.

...et provinciam Gothorum quae iam pro rebellione diversorun fuerat diminuta, mirabiliter ad pristinos revocat terminos; es decir: devolvió sus antiguos límites a la provincia de los godos que, por diversas rebeliones, había quedado disminuida.

Con solo esta palabras y una moneda con la inscripción Clarissimi Liuvigildi Regis tras la figura de una Nike, toscamente acuñada, Fernández Guerra da detalles de la ocupación de Zamora, Palencia y León, y de la valerosa defensa de Astorga, que permaneció fiel a los suevos —desde luego en 572 era sueva aquella ciudad— sin dar oído a las sugestiones y ofertas del astuto, sagaz y hábil rey visigótico.

Y tiene todavía datos suficientes para asegurar que los generales de Leovigildo continúan en el 570 esta campaña, avanzando hasta Salamanca, Alba de Tormes y la sierra de Gredos. Sorprende la capacidad de reconstitución. El breve texto del Bliclarense puede no referirse concretamente a una campaña por los Campi Gothorum, como Fernández Guerra pretende. El término provincia Gothorum alude al reino entero, y la noticia no es más que una síntesis del reinado de Leovigildo.

Campañas contra los bizantinos

La primera campaña de Leovigildo conocida por fuentes con algún detalle es la realizada en el año 570 contra algunas regiones bizantinas. El rey visigodo hizo una incursión por las regiones de la Bastetania y Málaga, y después de devastarlas se retiró a Toledo. En el año 571 se consiguió ya una conquista duradera, la de Medina Sidonia, ocupada de noche por la traición de un tal Framidáneo. Son, sin duda, caprichosos datos, como el de un golpe de esforzados jinetes, que Fernández Guerra aporta en este punto.

Al año siguiente —572— ocupa Leovigildo la ciudad de Córdoba, según parece, por sorpresa. El éxito de Córdoba fue fecundo; tras él vino la ocupación de otros muchos poblados y castillos, previo el exterminio de una multitud de campesinos.

Campañas contra los suevos

La actual Andalucía occidental quedaba totalmente recuperada después de esta campaña, y Leovigildo pudo encaminar sus esfuerzos hacia la región noroeste de su reino, en donde igualmente los vecinos fronterizos, los suevos, alentaban un estado de sublevación y aun ocupaban regiones que excedían de su frontera. Así, por ejemplo, nos dice el Biclarense que Miro, en el año 572, hizo la guerra a los rucones. Como dijimos al estudiar la historia política sueva, no se ha llegado a determinar con exactitud la localización de este pueblo.

La opinión de Fernández Guerra —los sitúa en las localidades de Trujillo, La Conquista, Logrosán y Guadalupe, junto al río Ruecas— nos parece más caprichosa que la tesis cántabra, ya que, al menos, sabemos que el año 574 había invasores en Cantabria —así nos lo dice el Biclarense—, invasores que no podían ser otros sino los suevos, quienes, tal vez, habiendo sometido a los rucones, se habían establecido allí.

La misma tesis de Fernández Guerra, que creemos exacta, sobre la región de Sabaria, mencionada por el Biclarense y San Isidoro, es un argumento contra su tesis de los rucones, ya que, si los suevos ocupaban la Lusitania hasta regiones tan inferiores, lógicamente a ellas hubiese atacado Leovigildo y no a la región de Sabaria, astur y limítrofe con las regiones galaica, vetona y vaccea. Lo exacto es que, como nos dice el Biclarense, en el 573 el rey Leovigildo entró por la Sabaria, devastó a los sappos y sujetó a su dominio aquella provincia.

Pudo así realizar en el año 574 la expedición a Cantabria y conseguir su dominación después de conquistar Amaya. Así nos lo dice el Biclarense, y la Vida de San Millán, por San Braulio, agrega el detalle del anuncio profético de la destrucción de aquella ciudad atribuido a aquel santo. Fernández Guerra, teniendo como fuentes algunas monedas, nos da noticia —por las inscripciones Salvania iustus, Elvora iustus y Toledo iustus— de la conquista y castigo de aquella ciudad (¿Saldaña?) y de las sublevaciones que las confiscaciones y otros atropellos provocaron en Ibor y Toledo, sublevaciones que hubieron de ser duramente castigadas por Leovigildo.

También ahora induce excesivamente de tan minúsculos monumentos tan imaginativo historiador. En el año 575 acude Leovigildo a la región de los montes Aregenses, hacia Orense, en la frontera sueva, en donde un noble provincial, Aspidio, sin duda católico y posiblemente auxiliado por los suevos, se había sublevado. El éxito de Leovigildo fue completo, Como nos testimonia el Biclarense y San Isidoro, pues se apodera de la ciudad de Aregia, centro de la sublevación, y aun de la persona, familia y bienes de Aspidio, que fueron conducidos a Toledo.

En relación tal vez con esta posible ayuda de los suevos a Aspidio, emprende Leovigildo en el año 576 una campaña contra aquellos, campaña que terminó, como ya dijimos al estudiar la historia política sueva, por la petición de paz por parte de Miro, el rey suevo, y su concesión por Leovigildo, aunque por escaso tiempo, como nos dice el Biclarense.

Quizá el motivo de la cesación de la campaña contra los suevos fuera sencillamente la necesidad en que se vio Leovigildo de acudir a la región de Orospeda —sin duda situada en el sur de la Península y que Aureliano Fernández Guerra concreta a las comarcas de Guadix y Baza—, en donde igualmente había prendido fuego la rebelión, acaso con ayuda bizantina. Después de la expedición de Leovigildo, de éxito tan afortunado, se produjo una nueva sublevación de aldeanos, que igualmente sofocó. Todos estos sucesos corresponden al año 577.

La sublevación levantina

Basándose en algunas monedas, Fernández Guerra expone con gran lujo de detalles una sublevación posterior en todo el litoral levantino y la Narbonense, así como también la magnanimidad de Leovigildo perdonando a los sublevados, quienes, sin duda, respondían a instigaciones de los bizantinos, que con su armada recorrieron las costas desde el Júcar hasta el golfo de Lyón. Estas sublevaciones debieron ocurrir en el año 578. No creemos suficientemente probadas las afirmaciones de Fernández Guerra, que parte de la tesis, no exacta, de considerar necesariamente conmemorativas las monedas visigodas.

Del año 578 solo se halla en el Biclarense una noticia, pero muy interesante: el rey Leovigildo, exterminados por doquier los tiranos y vencidos los invasores de España, consiguió la tranquilidad para él y para su pueblo y fundó entonces en la Celtiberia una ciudad que, del nombre de su hijo, Recaredo, se llamó Recópolis —cerca de Zorita de los Canes, Guadalajara—, a la cual dotó de admirables murallas y servicios, concediendo privilegios a los pobladores. La fundación de esta nueva ciudad por Leovigildo y Recaredo está también atestiguada por monedas que la conmemoran.



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Anverso

VALENTA + REX alrededor de un busto esquemático del monarca a izquierdas

Reverso

LIVVISILDVS ONO alrededor de una cruz sobre 3 lineas